La tutoría universitaria, salvo excepciones, ha adquirido un estado que debería preocuparnos. El canon de los últimos años es un encuentro puntual y optativo para, grosso modo, aclarar dudas sobre contenidos académicos, solucionar problemas con el cumplimiento de tareas, revisar resultados de evaluación y encontrar alternativas a vicisitudes personales de los estudiantes que condicionan el seguimiento de las asignaturas. Quizá esa tutoría permita salir del paso, pero es una versión reducida y desustanciada de lo que podría ser. Hay razones para afirmar que su leitmotiv es la educación del carácter universitario, principalmente, lo que ha venido a llamarse el espíritu o pensamiento críticos. Además, parece ser que eso es lo que se echa en falta y reclama la realidad social y profesional contemporánea: titulados universitarios que piensen por ellos mismos, buscando siempre la verdad de las cosas y con la mirada centrada en el bien común. La Covid-19, por todo lo que ha significado para las universidades, especialmente las llamadas presenciales, ofrece una nueva oportunidad para la tutoría, una ocasión para su restablecimiento. La nueva realidad ha traído un mensaje pedagógico-tecnológico y otro ético. Ambos pueden recuperar la tutoría en tanto que conversación constante, profunda e inacabable que enriquezca otras situaciones universitarias y que abra puertas que conduzcan a la mejor versión de uno mismo. Este trabajo persigue un triple objetivo: presentar razones que sustentan que la tutoría está principalmente para el cultivo del espíritu o pensamiento críticos; identificar obstáculos levantados hace años y posibilidades que trae la nueva realidad; y, por último, elevar una serie de conclusiones en tono prospectivo para que nuestras universidades, según sean sus circunstancias, puedan situar a la tutoría en el lugar que merece estar.
University tutoring, with exceptions, has acquired a status that should concern us. The canon of recent years is a punctual and optional meeting to, broadly: clear up doubts about academic content, solve problems with the fulfillment of tasks, review assessment results and find alternatives to students’ personal vicissitudes that condition the tracking of the subjects. Perhaps, that tutoring allows us to get through it, but it is a reduced and desubstantiated version of what it could be. There are reasons to affirm that its leitmotiv is university character education, mainly, what has come to be called the critical spirit or thinking. In addition, it seems that this is what contemporary social and professional reality misses and demands: university graduates who think for themselves, always searching for truth of things and with their eyes focused on the common good. Covid-19, for all that it has meant for universities, especially face-to-face calls, offers a new opportunity for tutoring, an occasion for its reestablishment. The new reality has brought a pedagogical-technological and an ethical message. Both can recover tutoring as a constant, deep, and endless conversation that enriches other university situations and opens doors that lead to one self’s best version. This work pursues a triple objective: to present reasons that support that tutoring is mainly for the cultivation of the spirit or critical thinking; identify obstacles raised some years ago and possibilities that the new reality brings; and, finally, raise a series of conclusions in a prospective tone so that our universities, depending on their circumstances, can place tutoring in the place it deserves to be.