Somos participes de una época acelerada en la que se ha producido cambios violento s en los campos social, político, tecnológico, religioso y por supuesto educativo. Vivimos en un mundo a manera de péndulo, que oscila entre puntos radicales y contradictorios: entre la diosa razón y la supremacía de la estética ; entre las polémicas sobre Dios y la proclamada “muerte de Dios”, entre la intención de querer recuperar al hombre de las garras del escolasticismo y la continua cosificación y materialización de este. Todas estas condiciones han hecho del hombre un ser mercantilizado y la ambición del éxito y poder.